Papá, no te rindas, ¡pronto será Navidad!
Mi padre tenía 83 años y, si su enfermedad no lo hubiera impedido, en diciembre cumpliría 84. En el brindis de Navidad siempre decía: “A ver si llegamos a la siguiente”. No acierto a recordar el tiempo en que comenzó a quejarse de dolores en el costado izquierdo y mareos. Todos los días. Él nunca había sido de ir al médico pero, por entonces, y me remito a años atrás, acudió una y otra vez a la consulta. En esas visitas nunca se le dio importancia alguna, ni una sola derivación a especialistas, ni pruebas, ni nada: medicación para los gases, analgésicos, y algún fármaco de esos que inhiben la ansiedad, o para las jaquecas. Con el paso del tiempo empezó a tener problemas para caminar, despacito y torpe hasta el punto de caerse en la calle en varias ocasiones. En una de ellas se rompió una pierna que nadie quiso operar, por su edad dijeron, y que nunca recuperó bien. Pese a todo, papá siguió paseando por las mañanas hasta que llegó la pandemia, y con ella el confinamiento. En esos ...